viernes, 7 de diciembre de 2012

Conjuración de Catilina

"Sé bien, oh soldados, que las palabras á nadie infunden valor; y que ningun ejército se hizo esforzado de cobarde, ni de tímido animoso por las arengas de los Generales. El fondo de valor que tiene en sí cada uno por su nacimiento, ó su crianza, ese, y no más, se hace ver en la guerra. á quien ni el honor ni los peligros mueven, es ocioso exhortarle: el miedo le tapa los oidos. Os he llamado, pues, para advertiros ciertas cosas, y descubriros el motivo de mi resolucion. No ignorais, soldados, cuán funesta ha sido para Lentulo y dañosa para nosotros su flojedad y su desidia; y de qué suerte, por esperar los socorros de Roma, se me ha cortado la retirada á la Galia. Cuál sea ahora nuestra situacion lo sabeis todos no ménos que yo. Estamos entre dos ejércitos enemigos: uno nos cierra el paso para Roma, otro para la Galia. Mantenernos más tiempo en este sitio, aunque queramos, es imposible por falta de víveres. Vamos adonde quiera; es preciso abrirnos camino con la espada. Por esto os ruego y amonesto que os esforceis y dispongais para la batalla; y puestos en ella, os acordeis que llevais en vuestras manos las riquezas, la honra, la gloria; y además de esto, vuestra libertad y vuestra patria. Si venciéremos, en cualquier parte estaremos seguros: tendremos copia de bastimentos, nos abrirán las puertas los municipios y colonias; pero si cedemos, todo se volverá contra nosotros, y ni lugar ni amigo alguno defenderá á quien no haya ántes defendido sus armas. Además de esto, oh soldados, es muy otra nuestra precision, que la de los enemigos. Nosotros peleamos por la patria, por la libertad y por la vida; á ellos nada les importa sacrificarse por el poder de algunos pocos. Por eso debeis acometerlos con más brío, trayendo á la memoria vuestro antiguo valor. En vuestra mano estuvo pasar la vida afrentosamente en un destierro; y áun pudisteis algunos, despues de haber perdido las haciendas, quedar en Roma, atenidos á la merced ajena. Porque uno y otra os pareció cosa indigna é intolerable á gente honrada, os habeis metido en este empeño. Para salir, pues, de él, es menester valor. Nadie trueca la guerra por la paz, sino el que vence; y esperar salvarse con la fuga, sin oponer al enemigo las armas con que el cuerpo se defiende, es locura declarada. Siempre en la guerra peligran más los que más temen: por el contrario, el valor sirve de muralla. Cuando pienso, oh soldados, quiénes sois, y considero vuestras hazañas, entro en gran confianza de la victoria. Vuestro brío, vuestra edad, vuestro valor me alientan mucho; y tambien la necesidad en que nos hallamos, la cual da esfuerzo áun á los cobardes; y más no pudiendo el enemigo cercarnos con su muchedumbre, por la estrechez del sitio. Pero si la fortuna fuese contraria á vuestro valor, procurad no morir sin vender caras vuestras vidas; y no querais más que os degüellen despues de haberos preso y atado como ovejas, que dejar al enemigo en las manos una sangrienta y dolorosa victoria, peleando como varones esforzados." 



Lucio Sergio Catilina



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