No vamos a entrar a valorar los detalles de la construcción de este negocio, pero sí queremos dar un par de pinceladas críticas sobre lo que nos tememos que supondrá éste para España. En primer lugar, manifestamos nuestro más absoluto desperecio por la imagen profundamente paleta y deprimentemente sumisa que han dado los autoproclamados "representantes del pueblo" ante la oferta de Adelson. Como ejemplo patético de este remake de "Bienvenido, Mr. Marshall" tenemos a la sin par - afortunadamente - Esperanza Aguirre. La presidenta madrileña no se ha recatado lo más mínimo a la hora de arrodillarse ante la chequera del empresario judío, proyectando la imagen de una España cateta, pobre y lo que es aún peor, carente de toda dignidad nacional. Como si no bastase con el status de mascota de Merkel del que ahora gozamos, la pleitesía rendida ante el millonario yanqui nos presenta como el perro que, por dinero, se enfunda el tutú, y se dispone a hacer las delicias de quien le arroja alimento. Pero no termina aquí la bajada de pantalones, se le ofrecen al empresario todo tipo de facilidades, exenciones legales que van desde un suelo regalado a un régimen laboral adaptado especialmente al negocio del juego, todo lo que se precise para que el tipo afinque sus casinos y hoteles en territorio hispano. ¡Es más de lo soportable! Mientras a los modestos empresarios, comerciantes de barrio, se ven ahogados por mil y un obstáculos para sacar a delante sus negocios - creando puestos de trabajo de calidad, beneficiando a la economía nacional, construyendo un tejido social de relaciones humanas -, a un extranjero judío, cuyo apego a nuestra Patria es tan nulo como el nuestro a la suya, se le colma de atajos para que lleve a cabo su ambicioso proyecto económico (todo ello si damos por buenas las perspectivas de creación de empleo y flujo turísticos anunciados). Suma éste un pisotón más a la dignidad de nuestros comerciantes, pero confiamos desde aquí en que los pisotones cesen al responder a ellos de forma contundente y no necesariamente pacífica. Por último, queremos dejar claro que no apoyamos desde aquí ninguna iniciativa que tenga como consecuencia - directa o indirecta - la importación de un modus vivendi ajeno al genuinamente hispánico, máxime cuando lo que se acoge es algo tan sórdido como un paraíso del juego. Sin entrar a juzgar la cuestión de los juegos de azar, podemos afirmar, con rotundidad absoluta, que la ludopatía es una enfermedad cada vez más extendida entre la población de Occidente, siendo la causante de no pocos lamentables dramas humanos. Sueldos enteros se cuelan por el sumidero de tragaperras y ruletas, llevando a familias enteras a la más absoluta miseria. Nosotros jamás aplaudiremos una economía basada en la irracionalidad y el azar, que no puede sino desembocar en un profundo pozo sin fondo. Huelga decir que, en este mundo de probabilidades, éstas son altísimas si nos referimos a la llegada de lacras como la prostitución, el tráfico de drogas y el blanqueo de capital, que tradicionalmente han ido de la mano de los grandes centros del juego. ¿Será España respetada en Europa y el mundo o se nos verá como el país meridional en el que blanquear dinero, consumir cocaína e irse de putas? La respuesta resulta más que obvia.
Dejando de lado la mayor o menos simpatía que nos provocan los juegos de azar, lanzamos nuestra más firme oposición al proyecto de Eurovegas, oposición basada en la afirmación radical de la identidad hispana, la aversión hacia los peligros que conlleva este tipo de negocios y la recuperación de la dignidad que, como nación, hemos perdido.
Marcvs
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