sábado, 10 de noviembre de 2012

Los desahucios se cobran una nueva víctima

Una mujer se arroja por la ventana en Barakaldo cuando iba a ser desahuciada. Con esta dramática noticia amanecíamos ayer. No es la primera víctima de esta situación en España y mucho nos tememos que no será la última. Tras estos sucesos se esconde la terrible realidad de miles de personas que viven angustiadas a diario sin saber bien hasta cuándo podrán seguir ocupando la casa que un día tomaron por hogar. 

La incompetente clase política, en connivencia con la intolerable voracidad de las entidades bancarias, están llevando al límite al pueblo español. Mientras se otorgan millones de euros para salvar a la irresponsable banca que nos ha conducido al desastre sin la menor consulta popular, se permite que los corruptos negocios financieros continúen apretando las tuercas al pueblo, asfixiándole con intereses usureros y condiciones draconianas a la hora de pagar su casa. Ni un minuto más se puede seguir tolerando esa situación de indefensión por parte de los españoles ante un sistema bancario cruel e insolidario con el hambre del pueblo. Si el Estado interviene para garantizar la supervivencia de los estafadores - asunto ininteligible y que abordaremos próximamente - , con más prontitud y eficacia ha de actuar para proteger a los ciudadanos frente a éstos. El Estado, no se olvide, ha de ser el garante de que no haya un sólo español desamparado y sin un pedazo de pan que llevarse a la boca. Sabemos bien que esta idea está muy alejada de la realidad actual, pero no se olvide que es en el Estado donde el hombre es libre. El modelo esitatal que sufrimos es vago, frío e ineficaz, y eso es cuestión incontestable. Desde las posturas llamadas de izquierdas se pide "más madera" para seguir empujando un tren que, pese a renqueante, ven como la única opción de avance. No. No gastaremos ninguna energía en insuflar aire a este Estado castrado y abstracto. Frente a éste, que nació caduco y vive ensimismado, ajeno por completo a las preocupaciones hondas y reales de España, apostamos nosotros por un Estado fuerte, comprometido e involucrado de pleno con el vivir cotidiano del pueblo hispano. Intervenciones eficaces, sometiendo al sistema financiero de tal modo que el bienestar popular fuera su más urgente preocupación, serían llevadas a cabo por el nuevo Estado. Hasta que llegue ese momento exigimos que, desde donde competa, se adopten las medidas precisas para que no haya ni un solo ciudadano más que se vea en peligro su hogar y pueda verse en la calle de la noche a la mañana. Si se ha garantizado el futuro de las entidades bancarias que hoy acosan a sus clientes a costa del dinero de todos los españoles, más garantías cabe esperar a la hora de asegurar una vivienda para cada compatriota. Hasta que el problema de los desahucios no esté plenamente solucionado y se tenga la certeza de que todos tenemos asegurado un techo bajo el que dormir, no reprocharemos a nadie las actuaciones violentas que se puedan realizar contra cualquiera de los culpables del drama. La violencia nunca es condenable cuando responde a una violencia mayor. 

La violencia del sistema queda patente con casos tan dramáticos como los que estamos observando últimamente. No nos engañan, la verdadera cara del capitalismo es la que hoy horripila a Europa, la de una monstruosa maquinaria a la que poco o nada le importa el sufrimiento del pueblo. Ante la presente circunstancia, sólo cabe seguir luchando para que el sistema presente colapse y caigan con él todos los males asociados. Vendrá, entonces, la hora de ensayar nuevas fórmulas que estamos convencidos de que sabrán imponerse triunfantes dando paso a una época prometedora y grandiosa. 


Marcvs



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