Mientras completaba mi formación académica universitaria escuché
una sentencia demoledora: “La guerra en la Antigua Grecia fue un
agente democratizador”. Todos aquellos que nos encontrábamos
escuchando al orador quedamos en silencio asimilando aquellas
palabras que, aunque por sí mismas no encierran ninguna complejidad,
la idea que subyace tras ellas exige una correcta interpretación.
Con el siguiente escrito no pretendo hacer una oda a la guerra, ni
cantar alabanzas a sus magnificencias o miserias ni enarbolar la
bandera del militarismo. Sin embargo, creo de vital importancia
conocer, precisamente hoy día más que nunca, el proceso que llevó
a la civilización griega en general, y a la pólis de Atenas
en particular, a “inventar” el concepto de δημοκρατία
(demokratia, democracia).
La primera pregunta que debemos plantearnos es obvia. ¿Qué es
democracia? Etimológicamente proviene de la unión de otras dos
palabras. Éstas son δῆμος (demos,
pueblo) y κράτος (kratos,
poder). Juntos dan lugar a un parto y nace un nuevo concepto que se
convertirá en una nueva realidad. La demokratia es el poder
(kratos) que tiene, y por tanto ejerce, el pueblo (demos).
Pero no es tan simple. Para ello hay que definir en que consiste el
demos y en que marco político se enmarca dicho kratos.
Como ya apunté en otra ocasión en este mismo sitio (rutas y
lides hispanas), uno de los pilares fundamentales en donde se
sostiene la identidad del pueblo griego es la πόλις
(pólis, la ciudad) que evoca a la patria y a la vida en
comunidad del Hombre como individuo. Aristóteles creó la alocución
“el hombre es un animal político”. El Hombre es político
porque vive en una pólis; es político porque vive en
comunidad; es político porque es libre y como es libre dedica sus
esfuerzos al cultivo del cuerpo y del alma. Y el cultivo del alma no
puede tener otra motivación que alcanzar el αρετή
(areté, la excelencia) que le permita a él y a sus iguales
(todos los miembros de la pólis) disfrutar de todas las
virtudes que el λóγος (logos, la
palabra, la razón), les pueda proporcionar. ¿Y qué significa ser
miembro de una pólis? Nada más y nada menos que
“sometimiento”. Sometimiento a la ley de la ciudad, a la ley
común, en definitiva, a la ley de la comunidad hecha por y para
ellos. El hombre griego de la Antigüedad no podía concebirse así
mismo alejado del marco de la comunidad, la cual representaba a su
patria. Todos son ciudadanos y las leyes de todos se realizan para
que todos se sometan a ellas. Se realizan entre todos y como un todo,
no se quiere el mal para sí mismo. Sin el logos se llega a la
ὕϐρις (hybris, el exceso). La
hybris es el orgullo, la arrogancia, el individualismo que
pisotea a sus iguales. Es aquello que aparece cuando un hombre bebe
vino sin mezclar con agua como lo haría un bárbaro; es cuando
desobedece la ley; y sobre todo, es cuando rompe la unidad en la
formación hoplítica, la institución ciudadano-militar que
garantiza la libertad de la pólis frente a cualquier amenaza
externa.
Y he aquí, en el marco de la ciudad-estado, que reaparece un
fenómeno histórico imperecedero, la guerra. Sin embargo, la guerra
en la sociedad griega antigua va a ser protagonista de los mayores
logros de este pueblo como civilización. Todos son Ἕλληνες
(helenos, griegos), de eso no hay duda; ellos no tienen dudas.
Por ello, por ser helenos, son hombres, poseen los mismos
dioses y hablan una lengua común. Pero la rivalidad es perenne, y la
lucha entre las distintas pólis es algo habitual. Se podría
hablar del carácter guerrero de los pueblos indoeuropeos, pero ese
es una cuestión a debate en la que no profundizaré aquí.
Me centraré en los protagonistas de la pólis, los πολίτης
(polítes, ciudadanos). Sin extenderme demasiado, los
antecedentes de la pólis griega la encontramos en el llamado
οἶκος (oikos, casa). Pero aún nos
encontramos en la época de los héroes, en la época que se
encuentra a caballo entre la Edad Oscura griega y la Época Arcaica
en el s.VIII a. C.; una época que Homero refleja para nosotros en la
Ἰλιάς (Ilíada) y la Ὀδύσσεια
(Odisea). Se trata de la Edad de los Héroes (cómo se
referirá a ella Hesíodo en su clasificación de las edades del
hombre), cuando los hombres eran héroes y estaban próximos a los
dioses, pero pecaban de hybris, de individualismo, buscaban la
fama en el combate singular, y Grecia estaba regida por pequeños
reyezuelos que mantenían una economía domestica autosuficiente en
el marco del oikos. Cuando asistimos al renacer, o más bien,
al nacimiento de la cultura griega propiamente dicha, ésta gira en
torno a la nueva realidad de la pólis. La evolución política
de las distintas ciudades-estado, y en especial Atenas, va encaminada
a un sistema de gobierno que culminará en la demokratia con
Pericles (s. V. a. C.). Atendiendo a una simplificación rápida, en
la organización social de la pólis ateniense podíamos
encontrar a los πολίτης (polítes,
ciudadanos), a los μετοίκος (metecos,
no ciudadanos y, por ende, extranjeros) y también a los δοῦλος
(doulios, esclavos).
Dentro de los polítes encontramos, en origen, diferencias en
el acceso al poder político, el cual se encontraba restringido por
distribuciones censitarias. Los ὁπλίτης
(hoplitas, los ciudadanos-soldado) eran aquellos ciudadanos
que podían costearse el equipamiento militar, participaban de la
guerra y adquirían responsabilidades políticas. En el marco del
oikos el protagonismo recae en el ἄριστο
(aristos, el mejor; la aristocracia), y la épica se cultiva
para ensalzar dichos valores. Con el protagonismo del
ciudadano-soldado en la pólis el poder de la aristocracia se
ve desplazado. Pero aún así, dentro de los ciudadanos las
diferencias económicas siguen delimitando quien puede defender a la
patria y por ende el acceso político en la misma. Sin
embargo, las exigencias militares eran cada vez mayores. Al mismo
tiempo se asisten a varias reformas, como por ejemplo el sistema
timocrático instaurado por Solón. Pero será Clístenes quien
establezca como principio básico la ἰσονομία
(isonomía, igualdad de todos los ciudadanos ante la
ley). La isonomía menospreciaba los derechos en virtud de la
herencia familiar (aristocracia) o de la riqueza (timocracia)
y realiza una división administrativa del territorio ateniense
basada con criterios de vecindad en lugar de con criterios
de parentesco. Surge así el δeμος (demos,
pueblo). El concepto de pueblo sólo puede aparecer cuando se
establecen los criterios de igualdad, la isonomía. También
se instituyó el ἐξοστρακίζω
(ostracismo, destierro político).
Como acabamos de ver, demos surge como una unidad
administrativa. Pero continuaré hablando de los polítes.
Existía una última clase de ciudadanos, que si bien eran
iguales ante la ley por el principio de isonomía, dependían
de un trabajo asalariado para subsistir y estaban alejados de las
magistraturas, aunque no pagaban impuestos y podían concurrir a las
asambleas, votar leyes, etc. Se trata del θῆτες (tetes,
el que trabaja por un sueldo). Los tetes integraban
el grueso de la flota de guerra ateniense, donde servían como
remeros, por lo que llegarán a tener un peso decisivo en la futura
demokratia. También servían en la infantería como tropas
auxiliares porque no podían costearse el equipo de un hoplita.
Pero su compromiso para con la polis era incuestionable ya que
eran polítes atenienses.
Tras la victoria griega sobre los persas en las Guerras Médicas,
Atenas se convierte en la abanderada de la Grecia libre del yugo
oriental, libre de la barbarie. Encabeza la de la Liga de Delos, y en
gran medida su poderío militar se sustenta en su hegemonía en el
mar, donde los tetes participan como remeros. Así bien, el
protagonismo de los tetes es cada vez mayor en el ejército
ateniense, y finalmente, el propio peso de su participación en la
guerra es recompensado con responsabilidades políticas.
Con Pericles se establece la demokratia, donde mediante
elección por sorteo se repartía el trabajo de la administración
entre toda la ciudadanía, que estaban distribuidos en las
circunscripciones administrativas del demos. Alrededor de unos
cien tipos de cargos, de un total de un millar, eran, sin embargo,
electos mediante votación, como podían ser el στρατηγός
(strategos, general).
Al estallar la guerra contra Esparta (Guerra del Peloponeso), los
tetes son uno de los grandes protagonistas de la contienda. La
demokratia no nació de la noche a la mañana. No tuvieron que
esperar a que naciera Pericles y entonces todos fueron iguales.
Existe un largo proceso de conquista de los polítes.
Se había culminado un camino iniciado varios siglos antes. El
compromiso de armas del individuo por la pólis, iniciado con
el hoplita, madura con la idea de la isonomía y
alcanza su plenitud con la participación de los tetes y la
instauración de la demokratia en el s.V a.C., donde se
confiere a todos los ciudadanos, a todos los polítes,
responsabilidades políticas que son las propias del hombre libre.
En Esparta también se establece un modelo de igualdad entre los
ὅμοιοι (homoioi, los iguales), los
ciudadanos de pleno derecho en Esparta, una sociedad militarizada,
también llamados espartiatas. Éstos realizaban grandes
banquetes comunitarios y participaban de un igualitarismo radical en
el reparto de bienes. Tenían una vida comunitaria muy arraigada,
donde el espartiata que no podía costearse participar en ella
era expulsado. Este tipo de endogamia social promovió la
degeneración del hoplita espartiata, y aunque fueron capaces
de vencer a Atenas en la Guerras del Peloponeso, no conservaron el
poder por mucho tiempo.
La “democracia” liberal burguesa nos presenta las conquistas
sociales conseguidas en la actualidad como algo que siempre estuvo
intrínseco en su sistema bienfamado democrático. O en su
defecto, que costaron muy poco lograrse por el propio, una vez más,
carácter “democrático” del burgués, claramente con una
actitud paternalista repugnante.
Son muchas las voces que se alzan descontentas por el actual sistema
“democrático” liberal y burgués, en pos de una verdadera
democracia. Entre esas voces se encuentran la mía, ansío
demokratia. Mientras que los que se sustentan en el poder se
afanan en asegurar que sólo el actual ordenamiento de la sociedad es
aquel que puede ser llamado democracia, otros ensalzan este nombre
camuflando en él oscuros intereses de clase en los cuales se
enmascara la llamada “dictadura del proletariado”, modelo caduco
y derrotado por la vía del agotamiento por el enemigo capitalista.
Cabe recordar que, si bien los llamados “modelos fascistas” del
período de entreguerras podían verse conducidos hacia el fracaso
por su alta dependencia de las instituciones burguesas, en la
práctica fueron derrotados por la vía de las armas, tanto de
capitalistas como de comunistas.
Nuevos revisionismos, alentados por la agitación social que vivimos,
han vuelto también su mirada atrás y llaman a demokratia
“democracia radical”. ¿Radical, por qué? No somos amigos de
apellidos y no queremos buscar nuevos significados a antiguos
nombres. O creemos en su significado original o creamos una nueva
realidad con su correspondiente nuevo nombre.
Cuando alguien pregunta si creo en la democracia, si soy demócrata,
con toda honestidad y convicción puedo contestar: ¡Sí, creo en la
demokratia! Debemos ser sus nuevos artífices,
constructores del poder del pueblo, de la comunidad comprometida
con todos y cada uno de sus miembros, no como una sociedad donde el
individualismo es negado a favor a la fuerza del número, de la masa,
sino como una sociedad donde el bienestar y el malestar de la
comunidad radica en cada uno de nosotros que participamos
directamente en ella.
Si hace falta guerra para que volvamos a “inventar” la
demokratia, habrá guerra. Ansiamos la guerra, porque se nos
priva de nuestra libertad. Ansiamos ser de nuevo ciudadanos-soldado,
porque no existe demokratia. Somos los nuevos desamparados, el
eje vertebral sobre el que articularemos el nuevo modelo de sociedad.
Y no importa que el enemigo sea externo o se encuentre en nuestras
propias filas. Será aniquilado. Erradicado.
Pero tened esto en cuenta, no creemos en la lucha de clases. Aún
confiriendo a las estructuras económicas su justo papel en los
procesos históricos, no podemos creer que un concepto, una
categoría, que surge a raíz del nacimiento del sistema capitalista
de hace unas centurias, sea el motor histórico de los anteriores
milenios de Historia. Por tanto, nuestra guerra actual no es contra
de aquel individuo que se sitúa en una u otra clase social, sino que
es una guerra contra el sistema que produce dichas categorías y
mantiene y justifica dichas desigualdades.
Jonsista (@JONS1931)