No cabe sino indignarse hondamente ante la decisión del gobierno del PP al conceder el tercer grado al etarra Josu Uribetxeberria Bolinaga. Hay que recordar, para contextualizar esta patada a las víctimas de la ETA - que no somos sino todos los españoles - que este terrorista es uno de los responsables del penoso cautiverio de Ortega Lara, que duró 532 agónicos días. Argumenta Fernández Díaz, a la sazón ministro del Interior, que se limitan "a cumplir la ley", estúpida excusa cuando las leyes son violadas de las maneras más flagrantes con cotidianidad diaria (citemos, por ser un clamoroso ejemplo, la "amnistía fiscal" decretada hace unos meses para que todos los defraudadores tuvieran la conciencia tranquila y el bolsillo aún lleno). En las cárceles fallecen numerosos presos víctimas de enfermedades de similares características a la que afecta al etarra, sin que nadie clame por sus penurias, pero sin tener aquéllos tras de sí el apoyo de una sociedad enferma que premia a sus verdugos como posee éste.
Sirva este ejemplo como el caso patético de lo que en España acontece con relación a ETA. Quienes piden piedad y compasión para con un torturador son los mismos que se niegan a condenar los cientos de asesinatos perpetrados por sus compañeros, siendo la situación resultante de una insólita perplejidad a ojos de cualquiera con una mínima dosis de sentido común. No sólo desde los sectores más radicalmente separatistas se tolera y se respeta la existencia de estos grupos (Bildu, Sortu, Amaiur...), sino que todos los partidos políticos que en el parlamento tienen escaño - salvedad hecha de UPyD - sienten un extraño síndrome de Estocolmo hacia los proetarras. Las inminentes elecciones en Euzkadi se prevén harto provechosas para toda la morralla separatista, que verá colmadas sus expectativas de, so pretexto del juego democrático, amputar a la nación una parte vitalísima como lo son las tres Provincias Vascongadas. Hemos llegado al absurdo de legitimar cualquiero cosa, y decimos bien, que salga de una urna. Para quienes se erigen como portavoces y representantes de España, la aniquilación y disolución de España sería respetable en grado sumo por el simple hecho de que el 50,1% de los votos obtenidos en un referéndum sobre esa cuestión se inclinaran hacia la tendencia suicida. Estamos inmersos en una vorágine autodestructiva en la que España, la nación más antigua y grande en la Historia de Europa, está supeditada a lo que diga una mayoría de personas que la pueblan en un momento concreto de su larguísima vida. "¿Qué se considera usted antes, español o demócrata?" Hágase esta sencilla pregunta en las cortes que dicen ser la voz del pueblo, la voz de España y se obtendrá como resultado una decepcionante mayoría de "Yo demócrata" en combinación con una larga lista de respuestas ambiguas en las que se negará incluso la posibilidad de disyuntiva, teniendo alguien que ser decididamente demócrata para poder optar al noble rango de español.
Cuando se habla de autodeterminación se cae en el error de poner el destino, la historia y la esencia de un pueblo en manos de unos habitantes puntuales del mismo. Vasconia no ha existido porque periódicamente se le haya preguntado a sus gentes si querían que ese bravo pueblo siguiera adelante, sino porque el rumbo de sus pasos se dirigía con firmeza hacia su consolidación como reino. De la misma manera no existe Francia porque los franceses digan mayoritariamente sí cada cierto período de tiempo a la unidad francesa. Es evidente que ante la idiota postura de ciertos sectores que desearían imponer en España una homogeneidad pseudocastellana insultante los pueblos no castellanos se sientan heridos. Precisamente radica en su diversidad la grandeza de nuestra Patria. Si nos merecen el más absoluto rechazo y desprecio los separatistas traidores, no menos oposición nos provocan los separadores que bajo el deseo de una nación plana y carente de enriquecedoras diferencias insultan a Vasconia o a Cataluña. ¡Están insultando a España! Se escupe a la Patria desde el capitalismo patriotero con cobarde disimulo y desde el marxismo etarra (recordemos la orientación ideológica de la banda, que no es casual) con ácido odio. Queda una vez más demostrado que ambos sistemas se revelan como maquinarias antinacionales que funcionan con la división y el efrentamiento del pueblo como principal combustible. Mientras nuestra nación siga dando cabida tanto a unos como a otros, estará condenada a una penosa situación de inacción y encadenada con los eslabones del desprecio recíproco que ambos se afanan en mantener unidos. Nuestra y de nadie más es la tarea, el deber de romper las pesadas sogas que ahogan a la Patria y así liberarla para que logre alcanzar unas cotas de grandeza e independencia que se sueñan altísimas.
Ante la indiferencia traidora de las derechas y la comprensión vomitiva de las izquierdas en relación al separatismo, confiamos en que ningún voto - vaya por delante nuestro desprecio al sistema parlamentario - se pierda ilusoriamente en apoyar a tal o cual partido del hemiciclo confiando en que con ello se logrará siquiera suavizar las afiladas dentelladas del secesionismo antiespañol. La solución para acabar con este atentado a la unidad patria no pasa por encumbrar al PP por encima del PSOE o viceversa, sino por presentar ante ellos, ante España toda, una bandera liberadora que a un mismo tiempo nos permita erradicar las causas del sentimiento separatista y - acaso sean la misma cosa- los siempre confrontadores partidos políticos.
Marcvs
No estoy de acuerdo con algunas cosas que se plantean en este artículo. Evidentemente, estoy de acuerdo con la barbaridad que supone conceder el tercer grado a un etarra por el simple hecho de ser etarra. Sin embargo, no estoy de acuerdo con lo que planteas al respecto de la pregunta acerca de si te consideras demócrata o español. Ser español es ser demócrata y viceversa, los españoles queremos tomar las riendas de nuestra nación y queremos soberanía sobre ella. España es España porque así lo han querido y quieren los españoles, la nación la consideramos espiritual y creamos un patria porque queremos los españoles; la patria al servicio del pueblo, no el pueblo, tontamente, al servicio de la patria. Si un día los españoles no queremos seguir siendo España, esta dejará de existir, pero no porque lo diga una urna, sino porque lo decimos nosotros. Reflexiono sobre esta cuestión en el único artículo de mi olvidado blog: joseantoniovega.wordpress.con
ResponderEliminarDe nuevo, gracias por darnos estos artículos.
Un saludo hispano,
José Antonio Vega.