Dos noticias nos abofeteaban esta semana por su rotundidad y su crudeza. De una parte, conocíamos el último dato del paro, que se sitúa en el 25%, arrojando la dramática cifra de 5.778.100 personas desempleadas en nuestro país, marcando así un hito nada positivo en la Historia de España. Asimismo, conocíamos que un hombre en Granada se quitaba la vida ahorcándose y otro intentaba suicidarse en Valencia arrojándose por una ventana, ambos presionados por sendos inminentes desahucios.
A la luz - o a la sombra, según se mire - de estos sucesos no podemos dejar de preguntarnos si nos merece la pena seguir manteniendo un entramado socioeconómico cuyas consecuencias se escriben en clave de sangre y miseria. La respuesta a la que llegará cualquiera mínimamente sensibilizado con el hambre del pueblo no puede ser sino radicalmente negativa. El capitalismo demuestra que no ve en las personas más que fríos y anónimos números con los que puede y debe jugar para que su maquinaria siga funcionando. Impasibles a los dramas humanos, los jerarcas del sistema continúan con su implacable ofensiva hacia las clases más vulnerables sin otro objetivo que el de salvaguardar un régimen a todas luces injusto y continuar con un macabro juego de casino a escala mundial, sin reparar en los pueblos que arrasa cada vez que lanza los dados. Decenas, cuando no cientos de personas son expulsadas cada día de sus casas en España. Tras cada orden de desahucio se esconde el varapalo tremendo que supone verse en la calle de la noche a la mañana a causa de un ordenamiento que favorece a los poseedores del gran capital en detrimento de los obreros que, con su esfuerzo, hacen posible que el mundo avance. Mientras la banca privada siga procediendo con usura y con frialdad mecánica contra los trabajadores, obligándoles a cumplir con unas exigencias draconianas para poder seguir conservando un techo bajo el que dormir, no puede haber una situación condescendiente y pacífica de la sociedad para con quienes la oprimen. No nos cansaremos de repetir que para que el pueblo español vea colmadas sus expectativas de Justicia Social es necesario subvertir la integridad del sistema vigente, lo cual no podrá efectuarse sin menoscabar los privilegios de las élites rectoras actuales. En los contextos injustos nadie gana si no hay otro que pierde. Nada hay en esta idea de lucha de clases, proponemos una pelea de auténtica supervivencia nacional y social. Nuestra clase es la de los españoles de bien que aspiran a ganar para su Patria un Estado justo y nuevo, obviando cualquier otra característica que forme parte de esos españoles. El desmantelamiento de este decrépito modelo estatal - digno sucesor del decimonónico - que nos obliga a obedecer las consignas económicas mundialistas y la implantación del Estado posible y posibilitador que nos permita construir nuestro propio destino como nación no aceptan demora. Vayamos, dispuestos y con ansias de cambio radical, a ello.
Frente a la deshumanización capitalista oponemos nosotros una visión trascendente y profunda del hombre, al que nos negamos a considerar un simple factor económico. Ha de comprenderse, pues, que el ser humano es mucho más que un generador de riqueza - hablamos de riqueza mercantil - sino que necesita además de una resuelta situación económica la posibilidad real de llevar a cabo sus capacidades más hondas. Aspiramos a conquistar la plenitud potencial del hombre. La lucha es por ti, por tu libertad y por la de todo nuestro pueblo.
Marcvs
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