El 8 de diciembre de 1991, la
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) se disuelve formalmente como
unidad política, tras varios años de colapso económico, marcando uno de los
hitos principales del siglo XX. Las consecuencias de esta disolución, del
fracaso del principal representante de estado marxista en el mundo, nos dura
hasta la actualidad, y sin dudas estarán presentes por varias décadas. Esta
caída tuvo consecuencias tanto particulares -para los diversos partidos
comunistas, sobre todo marxistas-leninistas, para los historiadores marxistas y
pensadores comunistas entre otros, así como para los diversos países sometidos
por la URSS- como generales -aunque
muchas de ellas pasan desapercibidas, afectan al conjunto de países en la
actualidad-.
Para los partidos comunistas, sobre
todo los marxistas-leninistas, la caída del bloque soviético significó muchas e
importantes pérdidas. La primera fue la perdida de financiación de muchos de
ellos. La segunda, es el final de una referencia, de un modelo político y de
estado que estos partidos consideraban el correcto. La tercera es la pérdida de
la visión de Revolución, el estado comunista se veía cada vez más inviable por
los propios marxistas, perdiendo afiliados y poder en la mayoría de países
capitalistas.
Además de para estos grupos, para
los historiadores y teóricos marxistas, la caída de la URSS supuso el derrumbe
de todos sus esquemas mentales, ya que para el “socialismo científico”, es decir, el marxismo, el comunismo sería
un sistema que siempre sustituiría al capitalismo (igual que éste sustituyó al
feudalismo, y éste al esclavismo) y no podría volverse atrás. Ante estos,
algunos dijeron que el sistema de la URSS fue sovietismo, y no comunismo, para así poder seguir defendiendo ese
sistema demostrado ya caduco y decir que “el comunismo nunca se ha aplicado”.
Para el mundo en general supuso
la victoria del capitalismo, la proclamación de Estados Unidos como única
potencia y a la que todos los países habrían de obedecer a partir de una serie
de alianzas con las que imponerse aquí y allí. En este sentido, la caída de la
URSS ha supuesto un golpe durísimo para el mundo occidental.
Paso a explicar la afirmación
anterior. Con la URSS existía un Estado que aunque realmente fuera brutalmente
antihumano, desde fuera y con ayuda de la propaganda comunista, daba a entender
que en realidad se preocupaba por el obrero y por las condiciones laborales
(aunque realmente sabemos que esto para nada fue así). Por ello, los gobiernos
capitalistas temían una revolución comunista, por lo que maquillaban el
capitalismo con una serie de medidas sociales (seguridad social, sistema de
jubilación, educación pública…) que dieron lugar al conocido como Estado del Bienestar. Hoy en día, la falta de esta supuesta
alternativa al sistema (en realidad la hay, y está en la tercera vía o vía
Nacional Revolucionaria) hace que aprovechando la situación de crisis actual,
creada por las grandes finanzas y los capitalistas para su beneficio, los
Estados demoburgueses recorten en estos servicios, instalándose un
neoliberalismo salvaje que nos hará retroceder en condiciones sociales y de
calidad de vida hasta situaciones más propias del siglo XIX.
La caída de la URSS, dejó
constancia en los países que ésta ocupaba que realmente el comunismo es un
sistema injusto, que deja en la miseria al pueblo y que solo beneficia
realmente a los dirigentes del Partido, a los burócratas.
Por ello, aunque oponiéndome
siempre al materialismo marxista y a su carácter antinacional, antihumano y al
final antiobrero, hay que reconocer, que la existencia de la URSS, plantándole
cara a los EEUU venía mejor al ciudadano medio que la desaparición de este
bloque.
Ante los recortes de derechos y
prestaciones del Estado, no debemos renegar de él, lo que hay que hacer es conquistarlo,
nacionalizar a las masas, socializar a la Nación, enseñar y demostrar el Pueblo
que la única Revolución posible y Justa es la que nosotros traemos. Debemos
quitarles la venda de liberales y marxistas para poder llegar al Estado Social
a una República Nacional que permita que todos los ciudadanos vivamos
dignamente.
Pelayo Sevilla
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