Es por todos conocida la afición que tiene la Iglesia - acaso la española en mayor medida - de inmiscuirse e intentar influir en las políticas nacionales. El caso del separatismo vasco, en el que desde los altares se perdonaba a los terroristas de ETA y se arengaba a sus seguidores, es especialmente grave. Ahora se muestra desde la alta jerarquía eclesiástica catalana una connivencia con quienes aspiran a la secesión de una región española. Bien, no es nuestro objetivo aquí atacar a una confesión religiosa por el mero hecho de ser tal, sino que necesitamos mostrar nuestra oposición más clara a cualquier tipo de injerencia que una religión pretenda en asuntos de Estado. Sabemos que cerca de la mitad de los españoles afirman sentirse o declararse cristianos, de modo que sería antisocial adoptar una postura antirreligiosa como colectivo que aspira a - en mayor o menor medida y a cualquier nivel - influir en la política de España. Nada tenemos en contra de quien en su fuero interno vive su fe, con algarabía o sin ella; ahora bien, no aceptamos que confesión alguna pretenda tomar el timón de los destinos de la Patria. ¿Tiene la Iglesia derecho a opinar sobre estas cuestiones? Derecho, tiene, de lo que carece es de nuestra legitimación. Tienen las religiones el poder, casi sobrenatural, de enfangar todo aquello a lo que se acercan, de modo que apostaremos siempre por mantener limpios y libres de barro los asuntos de incumbencia nacional. Hay fieles que no ven sino a través de los ojos de su obispo, de tal modo que este tipo de afirmaciones nos parecen, cuanto menos, de una imprudencia notable. Históricamente la Iglesia católica ha sido en España la amparadora de los más reaccionarios zarpazos que ha sufrido el pueblo y la mantenedora de los diferentes regímenes empleando su influencia sobre los creyentes, a los que amenazaba con "el fuego eterno" si osaban discutir el mandato del cura de turno. Cuatro décadas de nacional-catolicismo durante el régimen del general Franco son la muestra más patente que tenemos en nuestro país del problema que supone fusionar política y fe. Creemos que merece ya la sociedad española deshacerse de este lastre, que ya lleva siglos sobre sus hombros, para al fin poder desarrollar con plenitud sus formidables capacidades. Disculpen los lectores la excesiva brevedad, en próximos comentarios ahondaremos en esta cuestión, que nos parece de gran importancia y merece ser analizada con amplitud.
Aspiramos a que España supere el obstáculo religioso; si se puede saltar, saltaremos, pero si es necesario derribarlo, no mostraremos reticencias para proceder a su quiebra. No queremos ningún tipo de Sharia -islámica, católica o como fuere - en nuestro suelo hispano. Que los curas se dediquen a repartir hostias en misa, que nosotros haremos lo propio en la calle si fuera preciso.
Marcvs
Aspiramos a que España supere el obstáculo religioso; si se puede saltar, saltaremos, pero si es necesario derribarlo, no mostraremos reticencias para proceder a su quiebra. No queremos ningún tipo de Sharia -islámica, católica o como fuere - en nuestro suelo hispano. Que los curas se dediquen a repartir hostias en misa, que nosotros haremos lo propio en la calle si fuera preciso.
Marcvs
Es innegable que el catolicismo ha influido notablemente en nuestra cultura,es un hecho.Pero también ha sido una lacra en ciertos momentos,un lastre,gracias a eso,a los clérigos corruptos.
ResponderEliminarNo nos debemos plantear el que le debe España a la iglesia,sino la iglesia a España.España ha evangelizado medio mundo,para que ahora la propia jerarquía eclesiástica apoye la disolución de nuestra patria.Es una deshonra.